La situación actual de la economía obliga a una reestructuración completa del mercado, de los sistemas financieros y de las relaciones laborales. Estas reformas vienen acrecentadas por los compromisos que España, como miembro de la Unión Europea, ha ido adquiriendo a lo largo de los últimos años. La incorporación de España a la Unión ha tenido enormes beneficios económicos con el objetivo de igualar la situación económica de nuestro país a la media. Sin embargo, ahora hemos encontrado el reverso de la moneda con una serie de duras reformas que, en mayor o menor medida, nos hemos visto obligados a desarrollar.
La reforma laboral es, como hemos dicho, una de estas medidas a adoptar por España. Las condiciones de los trabajadores se han visto afectadas en gran medida: se ha abaratado el despido (aunque las asociaciones empresariales siguen diciendo que esta iniciativa no es suficiente) y se han precarizado los contratos laborales. Y esto último a pesar de que, en principio, se persigue la estabilidad laboral de los trabajadores. Sin embargo, lo cierto es que se da un paso más en el fomento del empleo temporal y, a la vez, precario. Todo con el objetivo de reducir las enormes cifras de desempleo. A la vez, modificar las condiciones en las que se aprueban los convenios colectivos de cara a afianzar la posición de empresas con hipotéticos problemas económicos (entre otros temas) es, una vez más, un empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores.
En todos los países se han producido a lo largo de la historia periodos de recesión económica que traen como consecuencia duros ajustes que afectan a la sociedad. En el Reino Unido durante la década de los ochenta del siglo XX se produjo una recesión que llevó a la primera ministra, Margaret Thatcher, a tomar medidas enfocadas a la disminución del sector público (mediante la privatización de empresas y servicios), a la reducción de la influencia de los sindicatos en el gobierno y al empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores. Entre estas medidas se encontraba el cierre de, al menos, 20 explotaciones mineras.
El 12 de marzo de 1984 comenzó una huelga en la minería del carbón que duró un año. Los sindicatos se vieron obligados a desconvocarla sin llegar a un acuerdo con el gobierno. Finalmente una gran cantidad de explotaciones mineras fueron clausuradas a lo largo de toda la década y de las siguientes.
Este conflicto laboral de 1984-1985 está ilustrado en una estupenda película dirigida por Stephen Daldry: «Billy Elliot» (2000). No es el tema principal de la película, pero está ambientada en este conflicto y la familia del protagonista se encuentra implicada directamente en la huelga promovida por los mineros. Están representados tanto los piquetes, como una extraña situación de normalidad en la que la gente convive con una ciudad sitiada por la policía (concretamente una ciudad perteneciente al condado de Durham). Como puede verse en el film, el fin de la huelga (sin un acuerdo con el gobierno) contrasta con uno de los éxitos del protagonista.
Recomendamos esta película no solo por el tema del conflicto laboral al que nos referíamos, sino también porque es una muestra de los estereotipos masculinos y femeninos con una minuciosa representación de las distintas clases sociales de la Gran Bretaña de los años 80.
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