lunes, 1 de octubre de 2012

La autoridad del arte

El 26 de septiembre de 2012 la VII edición del Máster en Propiedad Intelectual, Industrial y Nuevas Tecnologías de la UAM se inauguró con la conferencia de Francisco Calvo Serraller titulada «La autoridad del arte» que ya anunciamos en una entrada anterior (Actos culturales 26 y 27 de septiembre de 2012). En su exposición, Calvo Serraller realizó una reflexión acerca de la evolución del concepto de autor más allá de los límites de la historia empleando como hilo argumental las pinturas rupestres de la Cueva de Chauvet.

El progreso del hombre es indudable, sin embargo por lo que respecta al arte, las nuevas técnicas pictóricas, las novedades, la evolución que le es inherente, etc. no implican que las obras precedentes sean menos bellas o tengan una capacidad inferior de impresionar al que las contempla que las más modernas. Un ejemplo claro es precisamente el de las pinturas de la Cueva de Chauvet, descubiertas en 1994 por un grupo de espeleólogos entre los que se encontraba Jean-Marie Chauvet (a quien la gruta debe su nombre) con una antigüedad en torno a los 32000 años, pero cuyas cualidades artísticas impresionan tanto como obras milenios más modernas.

Haciendo un paréntesis, hemos de referirnos al documental «La cueva de los sueños olvidados» (2010) de Werner Herzog, que muestra en tres dimensiones los detalles pictóricos de la cueva. Este documento prácticamente representa el único medio de acceder a esta manifestación artística puesto que la cueva se halla cerrada por motivos de conservación.


Cabe destacar que si atendemos al sentimiento de autoría de estos hombres prehistóricos, vemos que no existen marcas que nos permitan identificar los autores en el arte rupestre. Aún así, en el ejemplo de la Cuevade Chauvet, los investigadores han identificado que una serie de dibujos debieron ser realizados por una única persona porque se ha detectado un defecto en la mano que limitaba su forma de realizar los trazos.

Hasta tal punto llega la idea actual de autoría, ya no basta con que las obras de nueva creación tengan un autor claro, sino que pretendemos identificar a los creadores de las obras de otras épocas. En este sentido en ocasiones se encuentran grandes dificultades a la hora de atribuir obras pictóricas a determinados autores del Renacimiento que coincide con el nacimiento de las «firmas» y las marcas tal y como las conocemos. Por ejemplo, en el caso de grandes artistas como Rafael o Rubens, llegó un tiempo en el que su fama les impidió poder atender personalmente a los encargos y fueron los discípulos de sus talleres los que pintaban una parte de estas obras. Esto no quiere decir que no estuvieran al nivel de sus maestros ni que estos trataran de engañar a la historia… simplemente utilizaban su nombre para asignar una marca de autoría («este cuadro pertenece al taller de Rubens») o incluso para ayudar a sus discípulos a obtener algún beneficio económico adicional.

Más complicado es aún asignar autores a obras que es imposible realizar de forma individual. Un ejemplo actual lo tenemos en el cine, en el que los créditos de las películas llegan a incluir a cientos de personas que han colaborado en la elaboración de los filmes. Pero si analizamos las grandes catedrales medievales y de la Edad Moderna nos encontramos ante el hecho de que es sencillamente imposible poder atribuir la autoría de la obra completa a un único autor o a un grupo de autores, básicamente porque la autoría no está documentada y porque no existía una conciencia de creación individual como existe actualmente y cuya representación en las obras colectivas hemos ilustrado con el ejemplo del cine.

Ante esta evolución del concepto de autoría y de las dificultades relacionadas con el reconocimiento de la misma y con la protección de los derechos afines a la propiedad intelectual, Francisco Calvo Serraller hizo apología del jurista como el encargado de velar por la existencia de un correcto equilibrio entre protección de la autoría y derechos de creadores y usuarios de la cultura.

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