Por Irene Beltrán de Heredia López
Estudiante de bachillerato, Colegio Internacional Altair (Madrid)
III Concurso «Mejor entrada» del Blog Derecho y Cultura-Biblioteca de Derecho UAM
Probablemente la vida es lo más valioso que poseemos. Por esta razón, no alcanzo a comprender cómo las personas pueden llegar a despreciarla de tan diversas formas. Por eso, es lógico preguntarse sobre las razones de los asesinatos. Es difícil delimitar las causas de estos crímenes dentro de una misma clasificación, y es que existen incontables variables que se deben tener en cuenta. Es prácticamente imposible acertar siempre a la hora de elegir la respuesta adecuada. En la película el violador y asesino parece sufrir algún tipo de trastorno psicológico, pero es complicado saber como afecta esto a su toma de decisiones. ¿Hasta que punto es culpable una persona afectada psicológicamente? ¿Hasta que punto es consciente un enfermo mental de sus actos y repercusiones?
Llegados a este punto, es necesario hablar de las neurociencias. Esta disciplina podrá ayudarnos a la hora de tomar decisiones de esta naturaleza. Las neurociencias han supuesto un gran avance a la hora de determinar el origen de las conductas humanas y procesos cerebrales. Estas aportaciones han cobrado bastante importancia, influenciando en gran medida la evolución del Derecho Penal. Lo que pretenden resaltar estas neurociencias es el hecho de que las decisiones de los enfermos no siempre son libres, sino que suelen estar determinadas por diversas condiciones que se escapan a lo meramente consciente ¿En que momento se pasa de ser un culpable a un enfermo? Sin embrago, la cuestión es que no podemos analizar a las personas con alteraciones psíquicas generalizando sobre sus comportamientos, sino que debemos abordar su problema, y el de la sociedad con ellos, de forma individual.
El hecho de tener una enfermedad o patología no hace innecesaria la pena. Los enfermos mentales pueden ser igualmente peligrosos y por esto, no deben ser liberados sin más. Podemos replantearnos su culpabilidad jurídica, pero nunca deberían quedar exentos de responsabilidad penal. Sin embargo, el hecho de una condena en una cárcel común es un planteamiento incorrecto. Lo verdaderamente ideal serían instituciones especializadas en este tipo de casos, algún organismo que supiese tratar con esta clase de personas. Pues, en cierto modo, existe un vacío legal en este tipo de situaciones, pese a que hoy en día las neurociencias han facilitado su evaluación. Actualmente, hemos mejorado nuestros conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro humano, por lo que podemos determinar mejor la prevención y la peligrosidad criminal proporcional a la culpabilidad jurídica del enfermo.
Por otro lado, una persona que tiene tanta sangre fría como para cometer un asesinato como el de la película, a mi modo de ver, deja de ser en esencia una persona cuerda. La barrera entre lo que es correcto e incorrecto es extremadamente estrecha.
Quiero creer que las personas con delitos menores pueden reinsertarse. Sin embargo, el caso de la película es tan grave que se me hace difícil pensar cómo. No obstante, el asesino de la película es absuelto y comienza a trabajar como guardaespaldas de un político, sin ni siquiera un juicio. En este caso, es claramente injusto para la víctima y para la sociedad en general, pues se deja una persona muy peligrosa en libertad.
Por otro lado, me parece conveniente tratar la controvertida cuestión de la pena de muerte. La película desarrolla el tema de la cadena perpetua como alternativa. El marido de la víctima es un claro ejemplo de lo que representa este tipo de pena. Esta condena no acaba con el derecho principal de los hombres, la vida.
La complejidad de estos temas es grandísima. En la película el novio de la asesinada decide tomarse la justicia por su mano. Aunque su reacción no es, a mi modo de ver, del todo correcta, si que es muy comprensible en un caso tan extremo como el que expone el argumento. Sin embargo, si la justicia se dejase en manos de personas sin preparación jurídica y médica, se corre el riesgo de que la sentencia aplicada sea tan inaceptable e irracional como el delito.
Debería haber un orden penal, pero siempre y cuando este haga un análisis individual de las situaciones. Realmente es muy difícil estandarizar las condenas, pues nunca los casos serán exactamente iguales. Desafortunadamente esto no va a ser fácil de solucionar, es tremendamente difícil que un hombre juzgue a otro hombre. Este siempre será un dilema eterno, pues nunca podrá ser totalmente resuelto.
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