Estudiante de bachillerato, Colegio Internacional Altair (Madrid)
III Concurso «Mejor entrada» del Blog Derecho y Cultura-Biblioteca de Derecho UAM
Fueron veintisiete años en los que la libertad, derechos y justicia brillaron por su ausencia. Esos años, que el ex presidente de Sudáfrica Nelson Mandela tuvo que pasar en una celda de cuatro metros cuadrados.
Su número 466/64 simbolizó y seguirá simbolizando el largo camino hacia la libertad que llevó a cabo. Aprovechó los años en los que estuvo preso para seguir creciendo como persona.
Tal y como dice él:
«La prisión es una enorme educación en la paciencia y la perseverancia»
Gracias a su esfuerzo continuo consiguió marcar un cambio imprescindible en la historia: el fin del apartheid.
Podemos estar de acuerdo o no conforme a nuestros ideales y pensamientos personales. El problema aparece cuando se juzga de forma injusta. Puede suceder que se juzgue sin derecho alguno puesto que no se ha llevado a cabo ningún acto que viole la justicia. El ejemplo citado anteriormente de Nelson Mandela nos sirve para darnos cuenta de ese tipo de injusticias. Pero por otro lado está el ejemplo que aparece en «El secreto de sus ojos».
En este caso el juzgado sí que es culpable y por ello debe cumplir la condena impuesta por el delito realizado. Pero como tristemente sucede en la actualidad, la condena del culpable fue reducida y por lo tanto escasa.
¿Qué pensarán los familiares de la victima sobre esto? Seguramente para los encargados de imponer el castigo es solamente un caso más, pero para el marido de la victima no lo es. No es normal que liberen al asesino pero tampoco veo correcto lo que el marido de la victima decide hacer con el culpable. Al castigarle de ese modo está actuando de una forma similar a él. Y lo que más le importa recuperar, la vida de su mujer, no lo podrá conseguir de ninguna forma. Por ello no consigue satisfacción alguna al actuar de esta forma. Lo que debería haber hecho es conseguir que la ley le impusiera un castigo del cual se pudiese sacar un beneficio social.
La justicia tiene que conseguir ponerse en el lugar de lo familiares para ver desde un punto de vista diferente al culpable. Nosotros, los ciudadanos, no debemos dejar que los altos cargos de nuestros países se tomen la justicia como un juego porque de ese «juego» pueden salir impunes los culpables.
No hay que permitir que haya distinciones en el momento de juzgar dependiendo de la clase social a la que pertenezcas, porque todos somos iguales ante la ley.
Un grave problema que hay que solucionar es que ni la propia justicia es justa y todos nosotros somos los indicados para conseguir cambiarlo. Es una lucha de todos.
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