El pasado 29 de enero de 2014 se celebro en la Residencia de Estudiantes la conferencia «La edición del libro en España: situación actual y
perspectivas de futuro» organizada por el Máster en Propiedad Intelectual,Industrial y Nuevas Tecnologías de la Universidad Autónoma de Madrid.
Abrió la conferencia el director honorario del Máster,
Rodrigo Bercovitz, encargado de presentar a cuatro ponentes de primer nivel: Antonio
María Ávila (Director Ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores deEspaña); Javier Celaya (Experto en nuevas tecnologías en el sector cultural,
dosdoce.com); Manuel Rico (escritor y crítico literario); y Javier Santillán
(Gadir Editorial). Rodrigo Bercovitz inició el tema del debate para que cada
ponente mostrara su opinión: el estado de salud de la industria editorial y el
futuro del libro en papel. El precio fijo del libro, el papel del editor en el
siglo XXI y el estado de la cultura del libro fueron algunos de los otros temas
tratados en esta sesión.
Antonio María Ávila
Contestó directamente a la cuestión lanzada por el profesor Bercovitz con la
afirmación: «la salud es frágil pero de hierro». También indicó que para
entender la salud del mercado editorial es necesario analizar los mercados
interior y exterior y el negocio de las filiales. Todavía más del 90% de la
facturación del sector editorial es en papel mientras que solo el 3% está
relacionado con el libro electrónico. Este valor es superior a países de nuestro
entorno como Francia y Alemania e inferior al de países anglosajones como Reino
Unido (en torno al 6% del negocio).
Resaltó la mala situación del mercado interior del libro y
comparó el sector con el automovilístico, para el que se ha diseñado diversas
ediciones de planes de fomento a la adquisición de vehículos (Programa de
Incentivos al Vehículo Eficiente-PIVE) pero que sin embargo no se ha planteado
un plan de estas características para el sector del libro. Para Antonio María Ávila, los destinatarios
de este plan de fomento de la adquisición de libros deberían ser las
bibliotecas (cuyo presupuesto se ha visto ampliamente reducido en los últimos
años) o debería subvencionarse la adquisición de libros de texto (cuyas ayudas públicas
se han suprimido completamente en los últimos años).
Puso de manifiesto el poco valor de la cultura en nuestro
país refiriéndose a la aceptación y permisividad por parte de la sociedad de obtener
contenidos culturales de forma ilícita. En relación a este hecho habló del derecho
a la cultura gratuita surgido en Internet. Antonio
María Ávila indicó al respecto que si un usuario no paga la factura del proveedor
de servicios de Internet este suprime automáticamente su conexión sin tener en
cuenta este defendido derecho.
En cuanto a la industria del libro, cabe destacar que,
aunque España es muy oligárquica en todos los sectores económicos, el editorial
es un caso paradigmático respecto a su competencia (2/3 de las editoriales
españolas son independientes). Esto en gran medida está propiciado por el
precio fijo del libro.
Por otra parte opinó acerca del papel del editor. Este
consiste en crear información útil y de calidad. Este papel permite ofrecer una
diferenciación con respecto de las obras autoeditadas que, en general, son de
baja calidad.
Finalmente habló de la situación de descontrol relacionada
con la piratería del libro electrónico. Se han disparado las descargas ilegales
y hasta hace poco España era uno de los países incluidos en la lista negra de la propiedad intelectual como uno de los peores países en cuanto a la vulneración de los derechos
asociados. Y además, cuanta más oferta legal hay, más piratería se produce o,
al menos, esta es la experiencia actual del sector.
Manuel Rico
La
larga trayectoria de este escritor le ha permitido vivir de primera mano los
cambios que se han producido en el sector en las últimas décadas. El ecosistema
del libro caracterizado tradicionalmente por su seguridad se ha ido
resquebrajando a medida que se han impuesto las tecnologías de la información y
las comunicaciones.
Ahora el libro se tiene que ir adelantando por capítulos a
su público, abriéndose paso en las redes sociales, en foros y blogs, etc. Son
las redes sociales los medios para dar a conocer los libros y los tiempos de
las presentaciones públicas quedaron atrás.
En el futuro, es posible que los libros se puedan publicar
sin ningún tipo de intermediario, las plataformas podrán corregir la ortografía
de los textos pero quizá sigan siendo necesarios los editores.
Es indudable que todo lector utiliza ya varias pantallas
para llegar al libro por lo que es fundamental asumir lo digital. Él cree que
hoy se lee más que nunca, aunque de forma diferente.
Pronostica que el libro derivará en un nuevo artefacto
cultural con otro nombre que mezclará distintas realidades pero el libro
seguirá existiendo también en su soporte editorial tradicional y convivirá con
estas nuevas realidades.
También destacó el serio problema de la televisión pública
que salvo pequeñas excepciones, no se encarga de fomentar y difundir la cultura
del libro.
Javier Santillán
Indicó
que la regulación del precio único es la pieza fundamental que ayuda a mantener
una buena competencia en el sector. Muchas instituciones subsisten gracias a
esta regulación que no existe en los países anglosajones, lo que ha provocado
que la mayoría de las editoriales independientes haya desaparecido.
En España hay una gran variedad editorial a buenos precios.
Hay quienes opinan que debería dejarse el mercado a la libre competencia pero
esto haría que los grandes impusieran una posición de dominio.
Por último indicó que los medios de comunicación están
haciendo un daño tremendo al sector del libro y citó una frase de Juan Marsé
«El verdadero Ministerio de Cultura en España es la televisión». Y es la
televisión precisamente la que no atiende al mercado del libro (no hay programas
dedicados).
En la sala se debatió sobre el porcentaje que los autores
reciben del precio del libro (en torno al 10%) y se comentó lo escaso de esta
parte en el caso del libro electrónico. Javier Santillán indicó que hay un gran
número de autores dispuestos a publicar sin cobrar nada en absoluto y que, en
ocasiones, se ven obligados a rechazar obras de excelente calidad pero de
escaso valor comercial. Es una de las consecuencias de que en un país exista un
millón de lectores y dos millones de escritores, según comentó irónicamente
Santillán.
Coincidió con Antonio
María Ávila en que el papel del editor es fundamental como filtro en un
maremágnum de textos de todo tipo, autoeditados en plataformas y que proliferan
por toda la Red.
Javier Celaya
Asumió el cargo de profeta digital asignado por Rodrigo Bercovitz aunque indicó
que prefería autodenominarse «Evangelista digital». Apunto a que solo hay que
bajar al suburbano para ver que las pantallas se han impuesto (e-reader,
smartphones...). Este hecho obliga, a su entender, a la industria editorial a
que se adapte a las necesidades actuales de la sociedad. No puede mantenerse
como hasta ahora porque la sociedad exige cambios, sirva de ejemplo la
desaparición de 400 quioscos de prensa en 2013. La adaptación a los cambios supone
la asunción de nuevos retos como, por ejemplo, la posibilidad de permitir la
reventa de libros electrónicos.
El libro como objeto también se ha devaluado debido a que
también se han publicado en papel obras de calidad dudosa (por lo que no puede
acusarse solo a Internet de la mala calidad de los textos).
Javier Celaya
opina que el precio único es insostenible en Internet y que hay otras medidas
para proteger librerías y pequeñas editoriales. No se puede operar en el siglo
XXI con leyes del siglo XX porque el entorno social y tecnológico ha cambiado
radicalmente.
Para él el reto es saber cómo transformar la industria y le
preocupa especialmente el estancamiento de las ventas en digital. Cree que los
editores del siglo XX han sido fantásticos para seleccionar historias pero que
está por ver dónde está el editor del siglo XXI.
Celaya afirmó que el debate sobre el papel del editor en el siglo XXI deberá
retomarse durante los próximos años si atendemos a las enormes posibilidades que
ofrecen las plataformas de autoedición.
En cuanto a la piratería, indicó que las cifras son muy
difíciles de calcular pero cree que hay poca oferta digital. No obstante reconoce
que no toda la culpa es de los editores, sino también de los autores y agentes
y de la legislación vigente: los contratos tradicionales de edición no incluyen
la publicación en electrónico por lo que para la creación de libros
electrónicos es necesario suscribir nuevos contratos.
La solución sería: ampliar la oferta legal, ofrecer un
sistema de precios dinámicos y proporcionar servicios asociados a los lectores
y autores. Para Javier Celaya el
futuro del libro encontrará su lugar en un entorno de esas características.
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